Durante el Segundo Imperio Francia vivió una gran expansión industrial, se completó su red ferroviaria y se embelleció París, en parte por razones de prestigio y en parte por razones de estrategia, haciendo desaparecer las estrechas callejuelas que se podrían bloquear con barricadas y abriendo amplias avenidas donde, en caso de necesidad, podría maniobrar el ejercito con la artillería y caballería. En todo caso fue la contracción de Paris actual, reflejaba el prestigio de gran potencia nuevamente adquirido por Francia. El desarrollo de los barcos y de la industria hizo aumentar el comercio exterior y la exportación de capitales, con el consiguiente aumento de las clases medias.
En los primeros años del Imperio, Francia se vio envuelta en la guerra de Crimea, más por razones de prestigio internacional que por motivos materiales o estratégicos, como era el caso de Inglaterra; a pesar de la desafortunada dirección de la campaña y del elevadísimo número de víctimas, la victoria final y la celebración del Congreso de Paz en París, le sirvieron a Napoleón III(foto) para reforzar su prestigio personal dentro y fuera de Francia.
El emperador mantuvo una política exterior de apoyo a los movimientos nacionalistas que acabaría por destruir la obra del Congreso de Viena, y que, al favorecer la unidad de Italia y de Alemania, terminó por ser perjudicial para la política francesa. Napoleón III en Italia cayó en una contradicción política a causa de su apoyo a los nacionalistas de Piamonte y a la defensa de la independencia de los Estados Pontificios frente a este mismo Estado. Dicha situación le llevó a perder partidarios entre los católicos, que siempre le habían apoyado, y entre los nacionalistas y los liberales.
La segunda época del Imperio tuvo un carácter progresivamente más liberal. Se inició en 1859 con la concesión de una amnistía que permitió el regreso de numerosos exiliados, además de facilitar que la asamblea votase los presupuestos generales del Estado. Una mayor tolerancia con la prensa permitió la aparición de periódicos republicanos y orleanistas.
Estas medidas no aumentaron la popularidad del emperador, y en las últimas elecciones, en 1869, el triunfo de la oposición le convenció de la necesidad de crear un imperio liberal inspirado en la monarquía constitucional británica.
La política exterior en Europa tampoco ayudó mucho a la consolidación del Segundo Imperio. Con su contradictoria presencia en Italia se ganó sucesivamente la enemistad de Austria e Italia, sin conseguir ninguna ventaja con ello, y así, cuando, debido a un grave error diplomático, estalló la guerra con Prusia, Francia se halló aislada frente a su poderoso enemigo. Al caer Napoleón III prisionero en Sedán, el Segundo Imperio dejó de existir, y se proclamé la Tercera República sin derramar una sola gota de sangre en defensa de la emperatriz o las instituciones imperiales.
El triunfo liberal se explica por la progresiva pérdida de popularidad de Napoleón, a causa de su desastrosa política exterior. Sin duda, el mayor fracaso en este terreno fue el quimérico intento de constituir un Imperio liberal en México, gobernado por Maximiliano de Habsburgo, bajo la protección de un ejército expedicionario, que acabé con la ejecución de Maximiliano por los revolucionarios mexicanos al retirarse las tropas francesas.
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